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CONJETURAR, OTRA MANERA DE ASUMIR LA LITERATURA


LIBRO: RUIDO DE FONDO, Premio National Book Award (1985)

Autor: Don DeLillo, escritor norteamericano nació en New York, (1936-      )


Algunas obras del autor: Submundo (1997), Contrapunto (2004), La Estrella de Ratner (2014)

Esta es una invitación a leer Ruido de Fondo. La siguiente es mi conjetura, mi lectura de una obra que tiene un fondo psicológico impresionante. Es una forma diferente de asumir la literatura gracias a las enseñanzas del profesor Rodrigo Argüello.

(Texto preparado para la clase de Seminario de Literatura Contemporánea (2011) por Luz Elena Vega Rojas)

Conjetura

Jack GLadney, un profesor especializado en la vida de Hitler, vive su vida aparentemente normal bajo el escudo que le brinda su imagen de académico. Libra una lucha interior por un  temor constante a la muerte que cree hacer en solitario; sin embargo, las conspiraciones de su mente lo precipitan a un decidido enfrentamiento con la muerte que, finalmente, lo  fortalece en su deseo de vivir.

Manifestar el miedo a la muerte puede parecer un signo de inseguridad por eso la firmeza de la personalidad y la apariencia es lo que Gladney debe transmitir a sus estudiantes y ante los demás.  Cuando fue aceptada la proposición de crear un departamento exclusivamente dedicado al pensamiento hitleriano en el College-on-the-Hill, Stompanato, el jefe, criticó la apariencia personal de Gladney y lo invitó a cambiar su imagen física, le dio algunos consejos (una invitación a copiar su imagen personal) con el propósito de que se mostrara creíble, un poco más de peso, una barba (la toga y gafas se convirtieron en accesorios indispensables), más aún si su objeto de enseñanza era precisamente la vida  Adolf Hitler. Se convirtió en un hombre falso detrás de la sigla de su nombre.

Jack Gladney vive en Blacksmith, un pequeño pueblo donde no pasa nada, forma parte de una típica familia norteamericana, compuesta de hijos de varios matrimonios y una relación que más que fundada en el amor parece ser un último intento por lograr una relación estable. Cree que todo está controlado y mantiene su miedo en bajo perfil. Las tragedias se suceden lejos de su entorno y, aparentemente, no hay motivos para crear alarma.

Está convencido de que sus hijos no viven la angustia que él hacia la posibilidad de la muerte.  Observar a los niños en su dormir da a Jack la sensación de que su vida continua, lo reconforta porque siente que los niños aún están pequeños y que necesitan de él y de Babette para crecer. Es una terapia, casi un ritual observarlos en las noches en su sueño profundo y tranquilo que lo aleja temporalmente de su miedo a la muerte y lo hace sentir vivo.

Pero está equivocado, sus hijos son conscientes del peligro, a excepción de Wilder, quien está muy pequeño todavía, (la muerte se asume con las experiencias de peligro; ser consciente es lo que nos diferencia de los animales. Wilder será consciente frente al dolor que le ocasiona caerse de su triciclo, a partir de allí comienza sus propias manifestaciones hacia el peligro o hacia la muerte). Especialmente, Heinrich es consciente del peligro a que están expuestos, la muerte está en todos lados. La preocupación es latente, ellos se interesan en detalles, observan con detenimiento y sacan sus propias conclusiones.  Heinrich está siempre atento y tiene un afán enorme de saberlo todo, de hecho sobresale en sus apreciaciones y en su conocimiento de las cosas. Denise ve el peligro de perder a su madre y es minuciosa siguiendo  los movimientos y las palabras de  ella, tratando de encontrar lo escondido, algo que le de pistas para corroborar sus dudas, y Steffie se mostrará más interesada en el tema, a partir del escape tóxico, haciendo parte de simulacros.

La aparente armonía con todo y las individualidades de los miembros del grupo familiar se ve amenazada ante el caos que desata el escape tóxico, pasan de ser simples espectadores a ser los protagonistas (p.184 Habíamos pasado a ser el material público del que se alimentan los desastres  periodísticos). El hecho proyecta una avalancha de reflexiones y consideraciones que salen a flote por el episodio de peligro, ellos mismos se conduelen de la poca resonancia de aquella historia trágica que se tiene que vivir en carne propia para ser valorada en sus verdaderas dimensiones. Ellos son víctimas del amarillismo de turno que cae rápidamente en el olvido de los que están al otro lado del televisor, de los que se engañan con una especie de masoquismo emocional transitorio acompañado de lamentaciones ajenas que viajan de tragedia en tragedia; casi como el conocimiento que viaja de ordenador en ordenador.  No sólo somos los utilitarios de las cosas que no entendemos cómo funcionan, sino también de las desgracias de los demás que se quedan ahí como eventos para ilustrar realidades que no trascienden mientras no se ocupe el papel protagónico.

El miedo a la muerte resulta ser más común de lo que Jack pensaba, es objeto de conversación en muchas ocasiones, los que tocan el tema parecen estar inmunizados contra el miedo, tal vez hablar de la muerte es como una especie de terapia que la aleja mientras no hay motivo de una amenaza latente, certera. Sin embargo, en la vida moderna está tan cerca que la vida es casi un milagro. p.188.  Murray reflexiona sobre el conocimiento que hoy tenemos sobre la muerte, hoy conocemos la mayor parte de las causas de la muerte y convivimos con ella, nos ronda, se ha diseminado de mil formas en los alimentos, en los medios de transporte, en la multiplicidad de enfermedades, en los avances tecnológicos, en las palabras, en las masas, en los fenómenos naturales extremos que el hombre ha provocado y siguen creciendo conforme crece la población, las necesidades y los problemas de la humanidad.

Los medios crean todo el artilugio publicitario para inyectar en el cerebro la necesidad de usar los productos, crean los remedios a la par de las enfermedades, crean el ruido necesario calculado para llegar a las personas en segundos; en los momentos de atención que deja escapar cada persona a pesar de estar absorta en discusiones, pensamientos y sonidos que bombardean a diario dentro y fuera de casa. Los medios usan el lenguaje preciso para manipular las mentes de los desprevenidos consumidores, crean el usuario perfecto que responde de manera sumisa a su rol de consumidor; los consumidores quieren cada vez más productos, más objetos para llenar espacios o para aparentar, para estar a la moda o simplemente para no quedarse atrás.

Las palabras como las partículas quedan en el aire, algunas desencadenan reacciones inmediatas como las que escuchó Jack en su encuentro con Eric Massingale, quien asegura que al verlo fuera del contexto académico cambia su percepción o su valoración de la figura de Jack, allí lo ve inofensivo, envejecido y anodino; de tal forma que despierta en Jack el deseo de reprimir el aturdimiento de su desnudez recién declarada por Eric;  debe recuperar el poder y la tranquilidad comprando a sus anchas, respondiendo irreflexivamente, demostrándose a sí mismo que puede tener el control de la situación.

Otras palabras van quedando rezagadas, están listas a punto para emerger en el momento indicado, se van confabulando interiormente y se juntan para ejercer un dominio provocador de situaciones a veces irremediables.   Para Jack esta confabulación llegaría a su punto máximo cuando decide buscar al señor Gray.

Las palabras son definitivas para establecer una valoración de los hechos, como en el caso del accidente del avión; muerte forzosa y aterrizaje forzoso distan lo suficiente para hacer la diferencia en la reacción de las personas; perder o mantener la esperanza; morir o luchar por la vida; dejarse llevar por la angustia o luchar contra ella; permanecer apacible o reaccionar.

Jack va elaborando, casi sin darse cuenta, cierta tolerancia a la idea de la muerte, después de conocer por parte de uno de los funcionarios de SIMUVAC que su exposición de dos minutos y medio ante el Niodeno D es definitiva para estar contaminado y que su efecto es mortal aún sin especificar un plazo exacto para un desenlace.   En sus propias palabras esta es una muerte artificial,  una muerte provocada y declarada por la tecnología, la misma que resulta ambivalente por su doble función de benefactora  y nociva al mismo tiempo para los seres humanos. Jack ya tiene la muerte en su interior pero tiene una familia, ve a sus hijos dormir apacibles en la noche, con una nueva experiencia que les permite a ellos construir conocimiento para su propia vida, reanuda la vida que llevaba aparentemente normal y tiene a su mujer.

Pero Babette tiene sus propios problemas, su comportamiento la delata y tras varios intentos de Jack por conocer lo que le sucede, decide que no puede esperar más, él debe conocer el motivo del uso del Dylar, sabe de la complejidad y sofisticación del mismo. Babette representa cierta seguridad para él, (p.323) necesita de su equilibrio para seguir adelante, él la cree sana y ansiosa por salir.   Babette le cuenta a su marido que ha sido infiel, no por un deseo carnal sino por querer buscar una salida a sus propios miedos. Ella le cuenta lo suficiente para no desencadenar una tragedia, pero las palabras quedan en el aire, suspendidas ante una reacción pasiva de Jack.   Él decide que también debe hablar y comparte con ella su propio viacrucis.

Los sentimientos de Jack fueron aflorando a medida que pasaban los días, imaginando continuamente el grisoso señor Gray que no solo puso en peligro su estabilidad de pareja, sino también la salud mental de Babette y va creciendo una aureola de repugnancia al imaginar el contacto gris con su mujer. En la mente de Jack las palabras y los hechos se van confabulando con un instinto primario de conservación de la vida, se mezclan con el arma de Vernon, con las ideas de Murray, (conspirar es vivir), con las confidencias de Winnie, con la declaración de Babette; la ira es la gran laguna tenebrosa de los hombres, y todo ello desemboca en el intento de conjurar las amenazas para dejar de ser el que muere y combatir la sombra de Gray, abandonándose a la suerte de la  certeza de su muerte.

Cuando decide ir tras Mink, como el cazador tras su presa, sale a flote la cautela, la precisión, la astucia del depredador, la tranquilidad de quien no tiene nada que perder; él ya está muerto y repasa una y otra vez su plan para no cometer errores. Encuentra a Mink con relativa facilidad y aún se ve afirmado en su determinación al escuchar los comentarios que este hombre, convertido en una piltrafa humana, le hace sobre sus experimentos con el Dylar. Jack ve saciado su deseo de venganza ante la angustia y el miedo que despierta en Mink y le dispara,  y confirma la sensación que según Murray produce el hecho de matar, el poder sobre el otro, el triunfo al seguir vivo. Pero segundos después él es herido también y el dolor le hace reaccionar; despierta de la ceguedad que le ocasionó la ira, vuelve a su rol anterior y recuerda que él no es sólo un animal que responde a unos instintos primarios sino que él es también el ser humano que tiene conciencia de sus actos y de las consecuencias; es un profesor capaz de realizar actos heroicos y virtuosos. Mientras trata de revertir el mal que ha ocasionado maquina en su mente para dar la versión más creíble de los hechos y lucha por vivir, por salir triunfante del episodio. El nuevo Jack deja la idea de muerte resonando entre el tintero. 


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