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¿EXISTE ACTUALMENTE UNA CORRIENTE LITERARIA EN LATINOAMÉRICA?


Entrevista con el profesor William Marín Osorio, poeta, narrador y ensayista, Licenciado de la Facultad de Educación y Comunicación Audiovisual de la U.T.P., Magister en Literatura Hispanoamericana del Instituto Caro y Cuervo.

Profesor William Marín, ¿A qué se le denomina corriente literaria?
Antes de hablar de una corriente literaria sería importante recordar que hay un gran autor y poeta guatemalteco Luis Cardoza y Aragón, hay una frase muy bella de este poeta que dice lo siguiente: “La poesía es la única prueba concreta de la existencia del hombre”, estamos hablando de un autor que tiene obras tan importantes como “El Sonámbulo”, “Pequeña Sinfonía del Nuevo Mundo” que es del año 49, también tiene un trabajo ensayístico sobre la pintura mexicana contemporánea que es del año 53, me refería a esta frase de Luis Cardoza también para ponerla en la misma perspectiva de otra frase muy contundente de Ernesto Sábato con respecto a lo que está ocurriendo hoy en el mundo, cuando señala en uno de sus ensayos que el hombre de hoy vive a alta presión ante el peligro de la aniquilación y de la muerte, de la tortura, de la soledad, entonces para responder a su inquietud sobre las corrientes literarias pienso que es importante en primera instancia pensar en el hombre, en la condición de ser humano que finalmente está en el centro del debate del fenómeno de la literatura , entonces para los analistas del fenómeno literario el tema de qué es literatura, es importante en la medida en que es un debate sobre el ser mismo también del lenguaje, pues lo que se está planteando alrededor de una corriente literaria si es que existe, pienso que existe más un fenómeno literario, un fenómeno de la cultura, un fenómeno del arte que gira en torno al hombre, a la condición humana y fundamentalmente gira en torno a un lenguaje, por consiguiente en el debate mismo para definir una corriente literaria estaría el ser mismo del lenguaje y de la literatura como plantearon alguna vez Terry Eagleton y Tzvetan Todorov que vimos en el curso introductorio a la literatura para definir el concepto mismo de la literatura, en estos autores lo que está en juego es la naturaleza misma del lenguaje en una perspectiva literaria, una corriente literaria desde la perspectiva de los críticos nos hablaría de tendencias, gustos, estilos que se vierten en la escritura, cual es el trabajo propio de hombres y mujeres que se ocupan de lo literario , por ejemplo para un crítico literario como Roland Barthes, el gran teórico heredero del estructuralismo, profesor de Tzvetan Todorov, autor de “El Placer del Texto”, nos dice que la literatura es una práctica discursiva y no quiere mirar el fenómeno literario como un conjunto de obras pero sí habla de una práctica de una escritura propia de hombres y mujeres que se han ocupado del fenómeno literario.

Barthes nos dice que la literatura no es un corpus de obras y tampoco una categoría intelectual sino una práctica de escritura, como escritura o como texto, la literatura se encuentra fuera del poder porque en ella se está produciendo un desplazamiento de la lengua en la cual surten efecto tres potencias; mathesis, mimesis y semiosis, como la literatura es una suma de saberes cada saber tiene un lugar indirecto que hace posible un diálogo con su tiempo.

La idea de Roland Barthes es interesante porque nos dice que la literatura está por fuera del poder y la literatura es precisamente también la crítica del poder, aunque como fenómeno cultural está subordinada al mismo, como nos diría otro crítico literario en la perspectiva sociocrítica que se llama Pierre Bourdieu, pero quizás lo significativo del orden literario es que es la crítica de la condición humana y la crítica del poder, entonces estamos desde mi perspectiva mirando un concepto de corriente literaria más como un caudal en donde lo literario, el lenguaje y la condición humana ocupan un lugar central para definir un fenómeno que nosotros llamamos literatura, un fenómeno inclusive difícil de aprehender y de explicar en la perspectiva de la aproximación de muchos teóricos que no se han atrevido a dar una definición precisa de literatura y tampoco de lo que se ha denominado corriente literaria o corriente estética o corriente de pensamiento. Octavio Paz, por ejemplo en el libro “Los hijos del Limo” trata de hacer un recorrido por diferentes corrientes de pensamiento que han circulado a lo largo de la historia del hombre y que son movimientos estéticos del pasado como el racionalismo, el clasicismo, el romanticismo o como el modernismo en Hispanoamérica, son movimientos que aún cobran vigencia como nuevas formas de expresión o nuevas vanguardias frente a las realidades que les toca vivir a los escritores hispanoamericanos. Octavio Paz aborda la historia de todos esos movimientos planteando por ejemplo el nacimiento del romanticismo inglés y alemán, esa necesidad del ser romántico contra una forma de pensamiento anterior racionalista, surge en Inglaterra y también en Alemania con Goethe un movimiento estético-romántico que quiere volver otra vez sobre el yo, sobre la naturaleza, y las potencialidades creadoras del ser humano; ese vínculo primigenio, ese cordón umbilical invisible que debe atar al hombre con la naturaleza, que rompió un movimiento estético anterior que fue el racionalismo.

En este contexto de las corrientes literarias es fundamental pensar en esos movimientos de pensamiento como formas de expresión de lo humano frente al devenir histórico, frente a la sociedad y a los problemas del hombre, por eso el romanticismo que es una superación del racionalismo es una exaltación de la libertad creadora del hombre, y en nuestro tiempo esta idea tiene mucha vigencia en el orden de la cultura, de lo literario; de la exaltación del yo y de las potencias creadoras del ser humano.

Es decir que las corrientes se dan como una respuesta para rebelarse en contra de movimientos anteriores más que como una innovación en el pensamiento?

Sí cada movimiento es una respuesta a un movimiento y una idea de hombre anterior, cada corriente de pensamiento es una idea del hombre, de lo humano. Para Octavio Paz en “Los Hijos del Limo” nuestro romanticismo no es un romanticismo de tono patriótico y lastimero como lo trataron de mostrar algunos poetas colombianos de la época de la república, sino ante todo nos quiere mostrar un nuevo movimiento que fundó Rubén Darío cual fue el modernismo, es este nuestro verdadero romanticismo según Octavio Paz, es decir, nuevamente la exaltación del yo y de las potencias creadoras del ser humano, la necesidad de volver a la naturaleza y ante todo una búsqueda incesante del lenguaje y de la palabra; la palabra como una forma de renovación de lo humano y a través de ella el urgente tema de la libertad del hombre y la identidad del hombre latinoamericano.

Recordemos a principio del siglo XX cuando Rubén Darío hizo la traducción del manifiesto del futurismo de Marinetti para una revista de Buenos Aires; a través de este manifiesto Rubén Darío empieza a rechazar el racionalismo y a exaltar lo que sería el modernismo, así mismo éste último sería rechazado por los movimientos vanguardistas, por lo tanto cada uno de estos movimientos reacciona contra otro anterior, pero en el fondo del debate de todos estos movimientos estéticos están dos fenómenos importantísimos; como es la pregunta por el hombre y la pregunta por el lenguaje.

En el mundo antiguo se preguntaban qué era el hombre y no se sabía responder; la filosofía y la literatura han querido responder a esta pregunta, a través de la pintura, de la música, de la literatura; el hombre es lenguaje, los personajes de ficción son sujetos lingüísticos al igual que el narrador, pero no podemos olvidar que esos seres de ficción levantados con palabras también están construidos con la sangre del autor con sus miedos, sus fantasmas, sus esperanzas.

Cómo explica usted el auge de la “narcoliteratura” si se le pudiera llamar así, cuando vemos que la en la televisión y la literatura hay narraciones sobre escenarios de hechos como el narcotráfico, y el secuestro y se ha vuelto un tema recurrente?

Hace poco hablaba sobre ese tema teniendo en cuenta que algunos escritores contemporáneos tienen más éxito que otros autores del pasado, es el caso de Rafael Chaparro Madiedo con su famoso texto “Opio en las Nubes”, que es una estética de pensamiento cruzada por Gonzalo Arango, Chaparro Madiedo ha tenido unas fuentes importantes y en su obra se ve de manera muy sistemática una experimentación con el lenguaje. Tenemos autores como Efraín Medina Reyes que buscan una estética de la ciudad y de los problemas vitales del hombre en la ciudad, en el caso de estos escritores hay una preocupación por las redes de sentido que definen a las ciudades; como la droga, la promiscuidad sexual, el tema urgente de una cultura que se ha ido construyendo de una manera invisible, vedada y velada en otras ocasiones en torno al fenómeno del narcotráfico. Digamos que hay una literatura emergente que ha tenido una mayor aceptación por parte de las editoriales en la búsqueda de la consolidación de un texto que tenga éxito económicamente.
Es el tema urgente de nuestro tiempo, peligroso para los escritores en cuanto a que son temáticas bastante riesgosas, pero el escritor del pasado también tuvo que acudir al exilio para proteger su vida y para mantener cierta autonomía y libertad intelectual; en el caso latinoamericano recordemos a Giardinelli, autor de “Luna Caliente”, que alguna vez tuvo que exiliarse en México y estando allí estableció contacto con otro gran autor como lo fue Juan Rulfo. Giardinelli es un escritor que hace parte del posboom que surgió después del boom, esa literatura que buscó la identidad del hombre latinoamericano, pero luego vendrá otro tipo de intelectual que reacciona frente a la dictadura que imponen esas estéticas propias del boom específicamente de Gabriel García Márquez. Por ejemplo en México hay una estética o corriente de pensamiento desde la década del sesenta que ha querido desprenderse de una literatura que tuvo como centro intelectual a García Márquez y de sus imitadores, en esa búsqueda encontramos a escritores tan interesantes que hacen parte de la generación del crack como Jorge Volpi con “El temperamento melancólico”, como Ignacio Padilla con “Si volviesen a sus majestades”, también nos encontramos con un tipo de literatura al estilo de Mario Bellatín con “Salón de Belleza”, “Damas Chinas” o José Emilio Pacheco, con “Batallas en el desierto”, es decir en el orden latinoamericano nos encontramos con unas estéticas que podríamos considerar unas nuevas vanguardias, una nueva forma del ser romántico que en esencia es la búsqueda de un yo espiritual que le ha tocado vivir al intelectual contemporáneo.
Quizás el tema del narcotráfico, de la narcocultura es un tema bastante riesgoso para el escritor mexicano de hoy porque se viven unos fenómenos sociales, políticos y económicos muy complejos en torno al tema del narcotráfico. En el caso colombiano el artista ha querido asumir el fenómeno del narcotráfico que siempre ha estado unido al fenómeno de la violencia, en escritores como Jorge Franco el autor de “Rosario Tijeras” que resulta ser un escritor de éxito, reconocido desde la perspectiva de los medios masivos de comunicación como una estética aceptada socialmente y editorialmente.
Poner estos autores de éxito en la perspectiva de autores del pasado como Manuel Mejía Vallejo o Héctor Rojas Erazo, que quizás no son autores de tanto éxito socialmente o intelectualmente frente a un público lector, podríamos pensar en que estamos frente a una idea de cultura más inmediata, más del éxito inmediato, los autores del pasado no buscaban un éxito inmediato sino que tenían unas búsquedas más sinceras y más auténticas, búsquedas en torno a la definición del ser, sin que esto signifique que las escrituras actuales no lo hagan, las escrituras de hoy surgen del hecho anecdótico, la búsqueda de la libertad del hombre de hoy es una escritura distinta y ello ha sido captado editorialmente catapultada de manera más masiva.

Desde la revista uruguaya “Marcha” hace unas décadas se presentó como falsa esa dicotomía entre lo regionalista y lo cosmopolita, es decir una literatura que se considera del pasado, estructurada desde la perspectiva de un realismo regionalista frente a una literatura de ciudad o a una literatura fantástica, una literatura que apuesta más por lo universal de los temas, se asume una idea muy interesante de literatura, se reconoce como falsa la oposición de la literatura regionalista frente a una literatura de evasión o cosmopolita y que hay una tendencia entre lo realista y lo fantástico en nuestra literatura; realista desde Mariano Azuela, desde “Los de abajo”, dese Ciro Alegría con “El Mundo es ancho y ajeno” o José Eustasio Rivera con “La Vorágine” o Arturo Uslar Pietri con “Las lanzas coloradas”, un Horacio Quiroga desde los “Cuentos de la selva”, un Martín Luis Guzmán con “El Águila y la serpiente”, o Rómulo Gallego con Doña Bárbara”, o Jorge Icaza con “Huasipungo”; lo que en esencia quiero plantear allí es que a pesar de que en la historia de la literatura y en la historia del arte universal y contemporáneo se plantean unas historias de las mentalidades, de unas corrientes estéticas o literarias, muchas de ellas aunque son del pasado todavía cobran vigencia en el presente, así como hay una literatura regionalista que se considera del pasado, hoy aún está vigente; si algo caracteriza al hombre latinoamericano es ese vínculo con la tierra, ese vínculo del hombre con el paisaje. Aquí quisiera recordar esa entrevista de Mario Vargas Llosa y de García Márquez tan famosa hace un par de décadas, en la que Vargas Llosa le pregunta a García Márquez qué pensaba de todos estos escritores que mencioné antes y García Márquez le contesta muy inteligente que todos ellos removieron muy bien la tierra para los que iríamos a venir después.

Como diría Ángel Rama sin esa capacidad de penetración del artista, del intelectual, del escritor de ficciones en las realidades regionales, sin ese prima o sin esa capacidad de penetración en los cuadros de costumbres no podríamos pensar en la literatura que tenemos hoy porque esa es una literatura que dialoga con lo mejor de esa literatura del pasado que sigue presente en las miradas y en las formas de entender la literatura como una forma de lo humano, de experimentación con la palabra y en esa idea como una literatura que siempre ha apostado por el lenguaje, pero en el fondo también por el hombre; una forma de asumir éticamente al hombre. En la Revista Mito, donde Gaitán Durán señala dentro de su manifiesto que la apuesta del intelectual de nuestro tiempo debe ser por el hombre y ante todo por lo estético, por lo tanto una apuesta por el lenguaje.
Recordemos cuando Plinio Apuleyo le pregunta a García Márquez por el deber revolucionario de todo escritor, y él le contesta que todo escritor debe escribir bien, y es la misma idea de Manuel Mejía Vallejo, un escritor olvidado en nuestro tiempo. Hay una dictadura de la obra de García Márquez, de la que se quieren desprender, por ejemplo, esta generación del Crack de los escritores mejicanos con Jorge Volpi a la cabeza; una literatura que se ha querido desprender de ese canon que en la década del sesenta implantara el boom de la literatura latinoamericana que quiso ver la realidad latinoamericana. Quizás ese haya sido el gran aporte del boom de la literatura latinoamericana; volver sobre América, como nos dicen grandes teóricos como Henríquez Ureña o José Martí, es el tema de la búsqueda de la utopía de América. Nuestros escritores pienso que están sintonizados en esa perspectiva y en la búsqueda de nuevos lenguajes, de nuevas formas de expresión y de nuevas miradas en torno a los problemas vitales del hombre en las ciudades, los nuevos problemas que se plantean lo humano desde la perspectiva de las nuevas tecnologías, los nuevos lenguajes que circulan en el mundo de hoy.
Estos autores que usted ha mencionado volvieron a la búsqueda de la identidad, ¿piensa usted que hemos logrado esa identidad?
R/Le voy a contestar desde la perspectiva de Humberto Eco. Él dice en su libro sobre literatura, que ésta al contribuir a formar la lengua, crea identidad y comunidad. Yo pienso que independientemente de los temas y de la urgencia o la necesidad de contar un hecho inmediato, como lo hizo en su momento la famosa literatura de la violencia, por la urgencia del testimonio de los hechos inmediatos descuidó el material verbal, descuidó el lenguaje porque lo que importaba era contar la historia de ese período de la violencia en las décadas del cuarenta y el cincuenta. Entonces fue una literatura de lo testimonial y de la urgencia, quizás hoy también vivimos esa urgencia del hecho inmediato y massmediático; por eso Eco mira la literatura como una forma de contribución del autor al desarrollo del lenguaje; por ello piensa en Dante y la contribución que hizo a la lengua italiana, la que hizo Cervantes al español, la que hizo “Cien Años de Soledad” al español; cada una de estas literaturas crea identidad y le da un orden a la lengua. En esa perspectiva pensemos en una literatura de hoy frente a una literatura marginal, porque hoy hay una literatura de prestigio y una marginal, pensemos qué hacen ellas frente al fenómeno de la legua, de lo humano y del lenguaje, y cómo contribuyen decididamente a encauzar la lengua como fenómeno de la cultura y de lo que expresa el hombre. Nos dice Eco que habría que pensar qué sería de la civilización griega sin Homero, qué sería de la identidad alemana sin la traducción de la biblia hecha por Lutero. Quizás podríamos pensar por ejemplo, en el estilo de Efraim Medina Reyes con su obra “Érase una vez el amor pero tuve que matarlo”, de “La virgen de los sicarios”, de Fernando Vallejo, o la obra de Mario Mendoza, o Santiago Gamboa; quizás esta sea una literatura emergente, en el sentido de que hay una emergencia por hablar de los temas de nuestro tiempo y que las editoriales han catapultado de una manera masiva esos intereses sociales que ellas mismas han creado, por ejemplo, en lo que se ha llamado la narcocultura, de la cual se deriva el tema del sicariato; y así de esa urgencia que vemos en la literatura de hoy por contar el hecho inmediato, así mismo nació la literatura de la violencia en las décadas del cuarenta y cincuenta. Recuerdo ahora unas ideas de Mario Benedetti, autor uruguayo, quien nos habla de los temas del novelista hispanoamericano en la Revista Número del año 50. Según él el novelista no se preocupa exageradamente del estilo, prefiere que su obra se consolide por su importancia humana antes que por su refinada urdimbre literaria; tiene demasiado que decir del personaje, del ambiente, de la reacción que prepara, de los hechos en sí como para aplicar su ritmo ágil, desordenado, imprevisto o detenerse a depurar. Pero también en este debate sobre la importancia del lenguaje y sobre la importancia sobre lo qué decir de los hechos humanos, Enrique Anderson en su ensayo sobre la Novela en América, habla respecto a los novelistas de la tierra, sobre los regionalistas de los que hablábamos ahora, en esas novelas de Guiraldes, de Rivera, de Gallego, que hablan de selvas, pampas, de ríos que viven, que se agitan, que actúan gracias al mismo arte impresionista y expresionista con que otros escritores proyectan, cosas que no son necesariamente paisaje. Desde una fenomenología de lo estético, el proceso de la fantasía ha sido el mismo tanto en una metáfora de Rivera sobre la selva como en una metáfora de Torres Bodet sobre las sillas; podría citar muchos nombres en lo que va del siglo, pero ya es forzoso escoger autores muy significativos en la literatura de hoy, que me parece que desde la Argentina hasta México han contribuido decididamente a hablar de una manera abierta sobre muchos hechos secretos del hombre de hoy pero también sobre el corazón mismo del hombre.

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